LA TERMOELÉCTRICA DE LA DISCORDIA

En el ejido de La Quesera, en Huexca, José Alberto Pérez Valdepeña ordeña sus vacas en un pequeño establo en medio del campo. La termoeléctrica cubre todo el paisaje a sus espaldas. Se encuentra prácticamente dentro del pueblo, a 200 metros de la comunidad y a 300 metros de un kínder.

La termoeléctrica de Huexca, una de las dos proyectadas, aún no opera debido a los amparos interpuestos, pero la gente de aquí ya midió sus efectos durante los tres meses que estuvo a prueba. José Alberto recuerda el “escándalo tremendo, y a uno que anda en el campo pues nos trajo como locos, con dolor de cabeza, de oídos, no podías ni platicar con el amigo que estaba contigo porque era muy escandalosa. Aquí hay unos pocitos artesanales a los que se les fue el agua cuando se probó”.

En las orillas del ejido aparecen grupos de familias en la ordeña cotidiana que empieza con el amanecer. En esta zona lechera no hay quien no recuerde el ruido de la termoeléctrica “que puso nerviosos a humanos y animales”. El sonido, dice José Alberto, “es como si viniera un avión bajando o subiendo en tu oído todo el día”.

Sobrevuelan la entrevista parvadas de aves negras, “pero en las pruebas no había ni una, los animalitos se desconcertaron, las vacas ya no daban el mismo producto, otras aves se fueron y ya no volvieron. Si la echan a andar quién sabe cómo nos va a ir. Nosotros aquí vivimos y es donde está nuestro lugar de trabajo”.

José Alberto pide que se le acompañe al pozo Calalpa, seco durante los meses de pruebas. “Ahorita está llena la piletita porque no están trabajando, pero cuando empiecen no sé cómo le vamos a hacer. Además están los pocitos artesanales para los animales, que también nos los secaron”.

Sobre las promesas del gobierno de bajar el costo de la electricidad, el campesino afirma que si se instala la termoeléctrica ellos se tendrán que ir y “entonces a quién le van a bajar la luz, si no va a quedar nadie”. Y en eso coincide Remedios Pérez, quien siembra maíz y teme que ya no crezca. “Soy campesino y tengo algunos animales. Sembramos de temporal nada más, no tenemos regadíos. También ordeño, pero es poco. La leche la llevamos a Yecapixtla, porque allá la compran y hacen queso panela, sobre todo”.

Esther Aguilar Mendoza y su marido Florencio Aguilar tienen un próspero rancho. Los dos nacieron aquí, criaron a sus hijos y hoy a sus nietos. Se dedican a la agricultura y la ganadería. Esther es mujer de campo y trabaja a la par de Florencio. Lo único que no puede es cargar la bomba para fumigar, pero del resto lo hace todo. Los días de pruebas de la termo, recuerda, se dio cuenta de que si llegaba a operar no podría seguir viviendo aquí, pero que tampoco tenía a dónde ir. “¿A dónde si ya estamos grandes, dónde vamos a trabajar? En ningún lado vamos a tener un empleo, ¿cómo volvemos a empezar?”, se pregunta.

Esther es pionera en la lucha. No deja de trabajar mientras cuenta lo que sintió cuando llegaron las máquinas a escarbar el terreno. Empezó la resistencia con la participación de muchas mujeres que hacían plantones en un árbol que divide Huexca de Tlayecac, “y ahí llegó la represión con muchas patrullas”. Se tocaron las campanas de la iglesia para alertar al pueblo y “no sé de dónde sacamos tanto valor pero las mujeres nos agarramos mano con mano e hicimos dos filas, y atrás estaban los hombres”. Las lágrimas se le escapan cuando recuerda que cuando llegó la policía “nos pusimos a cantar el Himno Nacional”, pero de cualquier forma “nos quitaron la tranquilidad”.

Huexca tiene alrededor de mil 200 habitantes, de los cuales 500 son adultos, por lo que cuando en 2012 llegaron 400 policías estatales y 400 federales, éstos ocuparon prácticamente toda la comunidad. Sólo así pudieron instalar la termoeléctrica, señala Esther, quien por algún motivo no pierde la sonrisa.

Su esposo Florencio Aguilar Castro se levanta todos los días a las seis de la mañana “a echarle alimento y agua a los animales en el rancho”. Después se sigue trabajando en el campo y con el cuidado de los animales. Es una vida, dice, que no quieren dejar: “somos felices comiendo del maíz que sembramos. El grano lo generamos nosotros mismos, hacemos nuestra mezcla para la alimentación de los animales y nosotros producimos carne y leche”.

Como en el resto de las comunidades, a Huexca llegó la división de la mano de los proyectos. Dice Florencio que “mucha gente se vendió y así dividieron al pueblo que antes era bien unido”. A los que firmaron, recuerda, “les ofrecieron borreguitos flacos y churrientos que no tenían valor, despensas caducadas, frijoles hasta con gorgojos, bien feos. Pero el que no quiere trabajar firma y lo recibe. Lo que el gobierno quiere es que nos peleemos entre nosotros mismos y ellos bien campantes dejan que nos matemos acá mientras se quedan con nuestras tierras”.

Florencio conserva el certificado que avala a su abuelo Tomás Aguilar Anzures como revolucionario zapatista. En realidad, aquí todos son nietos o bisnietos de algún combatiente. “Como descendientes de revolucionarios tenemos que defender nuestras tierras, nuestra agua, nuestro ambiente. Le digo a mi esposa que el día que yo no siembre, no sé qué va a ser de mí, porque he vivido del campo desde chamaco”.

Sin valoración ambiental

En el Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA) de 2011 se afirma que la comunidad de Huexca es óptima para instalar la termoeléctrica porque hay propiedad privada y la población es menor, lo que indica, señala el abogado Juan Carlos Flores, que no hubo una valoración ambiental, sino “social”.

El MIA debió alertar sobre el impacto de las aguas de descarga. La termoeléctrica, explica el abogado, “lleva un proceso de limpieza del agua para que ingrese a las torres de enfriamiento. El agua necesita ser muy pura, lo que nos hace pensar que la que se llevarán de la planta tratadora de Cuautla la van a limpiar para poder usarla, pero es agua tan limpia la que necesitan, que creemos que no van a tomar la de la planta”.

La explicación técnica es la siguiente: “limpian el agua, con el gas natural se genera el vapor que hace que se muevan las turbinas. Después llevan el vapor a las torres de enfriamiento y ahí es donde con químicos, como el gas cloro, hacen que se enfríe y pase a agua caliente. De ahí se lleva hacia el otro tubo de descarga que va directamente al río Cuautla. En la descarga el agua tendrá una temperatura de alrededor de 40 grados centígrados, e irá con arsénico, cadmio y compuestos que han aparecido en el Manifiesto de Impacto Ambiental de manera tímida”.

Es el agua de descarga la que también ha causado controversia, explica Flores, “pues primero se iba a tirar atrás de la termoeléctrica, en la barranca Tezontitlán, pero por el impacto que causaría decidieron mover el punto de descarga hacia el río Cuautla. Ahí la comunidad de Huexca interpuso un amparo y se consiguió una suspensión definitiva para que no se contamine el río”.

El precio de la lucha

La luchadora indígena Teresa Castellanos Ruíz es vocera de la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos, integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA) y, sobre todo, parte fundamental del Comité Huexca en Resistencia. Amenazada de muerte desde hace siete años, cuando inició la lucha contra la termoeléctrica de Huexca, ella y sus dos hijas están incorporadas al Mecanismo de Protección a Periodistas y Defensores de Derechos Humanos. “Es el precio de la lucha”, dice.

Teresa se enteró del proyecto energético que se instalaría en su comunidad en 2012. Para muchos era obvio que estaban realizando trabajos en una gran extensión de terreno en la entrada al pueblo, “pero no sabíamos de qué se trataba”. Preguntaban a los ingenieros y les respondían que eran casas de la empresa GEO. Y en eso estaban cuando llegaron a la comunidad tres nahuas, uno de ellos Samir Flores, quienes les explicaron que se estaba levantando una termoeléctrica, un gasoducto y un acueducto.

El 15 de mayo de 2012 se celebró una asamblea y ahí decidieron que el 16 pararían la construcción de la termoeléctrica. Ni Teresa ni nadie de la comunidad tenía experiencia en luchas pasadas. “Fuimos aprendiendo poco a poco cómo hacerle, porque organizados no estábamos”. Y así, aprendiendo, lograron parar la construcción durante seis meses, hasta que el 23 de octubre del mismo año fueron reprimidos.

Antes de la represión habían solicitado mesas de diálogo con el entonces gobernador Graco Ramírez, pero en lugar de palabras llegaron policías, lo que provocó que “nos organizáramos más”. Fortalecieron entonces las campañas informativas en los pueblos vecinos. Nadie sabía lo que estaba ocurriendo en Huexca y “se trataba de que se fuera tomando conciencia del tamaño de lo que se venía”, recuerda Teresa.

Los nahuas de Huexca consultaron con expertos y ellos mismos empezaron a manejar información especializada. Teresa explica: “Esta termoeléctrica utiliza gas y agua para poder tener energía, lo que hace el ciclo combinado. Cuando el agua se combina con el gas cloro, hace un lavado de turbinas que se va al medio ambiente por el vapor que sube a la superficie y provoca la lluvia ácida. Esa lluvia va a afectar cuatro kilómetros a la redonda sin contar la medición del aire. Eso es un principio, pero conforme va pasando el tiempo va aumentado su kilometraje. No es algo preciso, pero afectará los cultivos, cambiará el pH de la tierra, las plantas se amarillentarán y van a morir”.

Y el ruido que toda la comunidad recuerda durante los tres meses de pruebas es de más de 110 decibeles, lo que provoca estrés, dolor de cabeza, vómito y ansiedad. “Y eso ya lo vivimos, no es algo que nos lo estemos sacando de la manga o lo digan los expertos”. La forma de “cazuelita” que tiene Huexca juega en contra, pues “la contaminación no se va, sino que se mantiene ahí y eso provocará muchísimas enfermedades”.

Teresa es defensora del territorio de tiempo completo. Sin duda hay un antes y un después de la lucha para ella y para muchas mujeres de su comunidad. Lo mismo viaja a la Ciudad de México que a Cuernavaca por asuntos jurídicos o de difusión de la lucha y, por supuesto, a las actividades en las comunidades de la Asamblea de Pueblos de Morelos y del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua. Su agenda está repleta. Va de una entrevista a otra, se mantiene al tanto de sus hijas en la pequeña casa que ella misma construyó junto a su pareja, que es albañil, y a pesar de los estragos que dejó la represión se empeña en la reconstitución del tejido comunitario en Huexca. Su trabajo ha sido reconocido con el Premio de Derechos Humanos Sergio Méndez Arceo 2019; y el galardón a la Creatividad 2018 de la Cumbre Mundial de Mujeres.

La termoeléctrica es su enemigo personal, además de comunitario. Rechaza la información oficial que afirma que usará aguas residuales y asegura que “eso es mentira, pues utiliza aguas puras y de mantos acuíferos”. El uso de este tipo de termoeléctricas, dice, “es obsoleto en Europa y las que quedan tienen de vida hasta el 2020, porque contaminan demasiado”.

El gobierno argumenta que utilizará agua en desuso “y que apoyará a los que siembran con 40 mil pesos”, pero, reacciona Teresa, “yo le pregunto al gobierno que dónde van a sembrar y qué van a sembrar, porque con la termoeléctrica no se producirá nada. Están engañando a los ejidatarios con que les harán canales, pero para qué, si les van a quitar el agua”.

Castellanos resume los agravios: “Para instalar la termoeléctrica le tenían que pedir permiso a la asamblea de Huexca, pues somos una comunidad indígena que se rige por usos y costumbres. Enrique Peña Nieto no pidió permiso y la vinieron a imponer. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que en el 2014 dijo que apoyaría a los pueblos y que estaba en contra de la termoeléctrica, del gasoducto y de la minería, cambió y ahora dice que la termoeléctrica es de nosotros, porque la CFE es nuestra”.

El planteamiento es simple, dice, “nosotros queremos seguir manteniendo un planeta donde no haya contaminación. Hoy vemos tantas noticias y ni así reaccionamos. No es capricho nuestro, el capricho es de ellos, de la economía que quieren, pero no se dan cuenta de que están terminando con nuestro país. Ellos son los conquistadores de hoy, ya no necesitan venir los extranjeros a conquistar América”.

La cancha de volibol del centro de Huexca luce llena de jóvenes todas las tardes. El rodeo es otro de los pasatiempos de esta población nahua a la que le robaron la tranquilidad hace siete años. Es época de sequía y se vislumbran los incendios por los alrededores, pero en el campo siguen trabajando. En sus mismos rincones, con la lucha contra la termoeléctrica llegaron los murales que tienen como figura principal a Zapata, mentor de estas batallas.