SAMIR FLORES, UNA VIDA EN LA LUCHA

Las campanas de Amilcingo, en el oriente de Morelos, repicaron a las 5:50 de la mañana del miércoles 20 de febrero, minutos después de que Samir Flores Soberanes cayó fulminado al piso. Los asesinos llegaron a su casa en un automóvil negro marca Nissan, al final de un camino de terracería, y lo llamaron a gritos. Su mamá, doña Epifania Soberanes, salió al patio a ver de qué se trataba y le dijeron que iban a pedirle a Samir que les hiciera un anuncio en la radio comunitaria que fundó seis años antes. Samir salió y a medio patio le dispararon tres veces. Dos balas le dieron en la cabeza.

Se lo llevaron herido de muerte al hospital de Jonacatepec, pero ya no llegó con vida. De ahí al Ministerio Público de Cuautla, de donde partió el cortejo en medio del llanto popular. Una multitud enardecida y adolorida lo esperaba en Amilcingo, su pueblo natal y uno de los cuatro que conforman el municipio de Temoac, fundado tras una lucha protagonizada por su tío Vinh Flores Laureano, defensor comunitario que en 1976 también murió asesinado.

En el patio de su casa, en el centro del pueblo, esa tarde de febrero Ofelia se limpia las lágrimas mientras se prepara para ir al velorio. “Samir nos dejó dicho que cuando no estuviera le subiéramos más, que no nos espantáramos, que no nos dejáramos humillar. Él hablaba de que un día iba a faltar, porque de por sí estaba amenazado por la lucha contra la termoeléctrica, porque él no paraba. A nosotros como pueblo nos dieron donde más nos duele, mataron al hombre más bueno, a un gran luchador que miraba por todos”, dice, sin dejar de frotarse las manos agrietadas de una mujer del campo.

El defensor del territorio nahua y comunicador comunitario asistió un día antes a una reunión informativa en Jonacatepec convocada por el delegado del gobierno federal en Morelos, Hugo Erik Flores (fundador del conservador Partido Encuentro Social), donde cuestionó directamente “las mentiras que se están diciendo acerca de la termoeléctrica en Huexca y el Proyecto Integral Morelos”. Samir, también integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA) Morelos, Puebla y Tlaxcala, y del Congreso Nacional Indígena (CNI), encaró al delegado federal para los Programas de Bienestar Social en la entidad y exigió que se les informara a los pueblos sobre las afectaciones ambientales.

Samir fue también una de las principales voces que se escucharon el domingo 10 de febrero en Cuautla, en el acto en el que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la realización de una consulta para poner en funcionamiento la termoeléctrica. Ahí, al observar a la distancia la protesta, el presidente se salió del guión y visiblemente contrariado llamó a Samir y a sus compañeros “radicales de izquierda, que para mí no son más que conservadores”, y espetó que aunque hubiera “gritos y sombrerazos”, se llevaría a cabo la consulta, adelantando que su gobierno estaba a favor del proyecto energético.

Diez días después el defensor nahua fue asesinado.

“Las palabras que nos tiró el presidente de la República llamándonos ‘radicales de izquierda’ son las que detonan todo, porque si no hay una protección por parte del presidente, nos pone en el blanco”, dice Teresa Castellanos, de la comunidad de Huexca, sobre el asesinato del compañero por el que ella y su comunidad se enteraron que una termoeléctrica se proyectaba sobre sus tierras.

Samantha César, compañera de lucha de Samir en su natal Amilcingo, no se despegó de él desde que le dispararon. Se fue a Jantetelco y desde el hospital dio la noticia de la muerte del defensor. “Nuestro compañero fue asesinado vilmente y el presidente, a pesar de que insistimos en que cancelara la consulta y respetara nuestro dolor, y que mejor planteara foros de diálogo con los técnicos y especialistas, con los pueblos y las empresas, se negó, se cerró e impuso la consulta. El asesinato de Samir nos enoja muchísimo, nos indigna, nos encabrona, nos duele, y a eso se suma la decisión, la falta de sensibilidad y la falta de visión política de un presidente que se dice de izquierda”.

Tres días después, el 23 y 24 de febrero, se realizó una consulta impugnada en la que si se hubiera respetado el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), consultando únicamente a los pueblos directamente afectados por el proyecto, el resultado hubiera sido en contra del proyecto, como lo demuestra el conteo de la votación comunidad por comunidad. Pero se consultó a quienes no serían afectados y el resultado oficial fue el “sí” esperado por el gobierno federal.

Samir Flores se había adelantado a los resultados y en diferentes foros explicó la ilegalidad del procedimiento. El defensor se plantó frente a López Obrador el 10 de febrero como lo hizo años antes frente a los enviados del entonces presidente Enrique Peña Nieto, quien concretó el megaproyecto que incluye dos termoeléctricas en Huexca, un acueducto entre Cuautla y Ayala y un gasoducto que atraviesa las comunidades del oriente de Morelos, Puebla y Tlaxcala y que, aunque está construido casi en su totalidad, no ha podido echarse a andar por la resistencia de las comunidades y los amparos jurídicos interpuestos. “Esto traerá el desarrollo para las empresas y la destrucción para los pueblos”, repetía Samir.

Esposo de Liliana Vázquez y padre de cuatro hijos de entre 3 y 15 años de edad, Samir Flores se dedicaba a la herrería, la radio comunitaria, la agricultura orgánica y de entero a la lucha contra la termoeléctrica y el gasoducto de Huexca. “Era un referente indiscutible de la lucha, un articulador, lo más cercano a la figura de Emiliano Zapata aquí en Morelos”, dice Jaime Domínguez, uno de sus compañeros de Jantetelco.

No hubo una sola persona de Amilcingo, incluyendo a quienes no estuvieron de acuerdo con él, que no asistiera al adolorido sepelio comunitario. Dentro y fuera de su comunidad se teje ya la leyenda del hombre que caminó junto a ellos. Nombrar su ausencia provoca el llanto en hombres, mujeres, ancianos y niños. Y sobre todo en sus compañeros de batalla.

El asesinato de Samir, afirma por su parte Juan Carlos Flores, abogado de los pueblos en su lucha contra la termoeléctrica y compañero suyo desde el inicio, “nos indigna, nos duele, nos compromete, y creo que también nos unió más. Samir es como una espina y una flor clavada en el corazón. Si de por sí nosotros no dejábamos de luchar, el ejemplo de Samir hace que no nos cansemos, a pesar del miedo y el terror que ha impuesto el PIM con las amenazas, los encarcelamientos, el cierre de radios comunitarias, la militarización, la tortura y todo eso que venimos viendo”.

“Caminamos con miedo en el bolsillo, ahí lo traemos”, dice Juan Carlos, pero después de la muerte de Samir “no habrá algo más que nos vaya a detener porque ya nos han quitado lo más valioso, y eso se ha quedado dentro de nosotros”.

Juan Carlos, Samantha César y Teresa Castellanos ratifican entre lágrimas lo que se dice entre los pueblos: Samir se fue al volcán. “Veremos, a ver qué nos dice el destino, qué nos avisa Samir, cómo nos ayuda. Tenemos grandes aliados. Zapata está de nuestro lado, Don Goyo está de nuestro lado. Tenemos el capitalismo encima, el despojo de tierras y aguas, la división de los pueblos, el ataque a la vida campesina y a la cultura indígena, la represión desde hace siete años, pero Samir nos cuida”. Una erupción del Popocatépetl días después de su asesinato y de la consulta se los confirma.