UN ACUEDUCTO CONTRA LOS CAMPOS DE AYALA

Los 100 metros

En las orillas del río Cuautla, en el municipio de Ayala, 100 metros de tubos de concreto permanecen recostados como mudos testigos de la resistencia de los pueblos nahuas al Proyecto Integral Morelos (PIM). El proyecto energético está prácticamente listo, pero estos 100 metros del acueducto que trasladará el agua de aquí a la termoeléctrica de Huexca, no han podido ser colocados por la terquedad de los ejidatarios que se niegan a dejar de sembrar la tierra.

Se prevé que el acueducto transporte aproximadamente 560 litros de agua por segundo para enfriar las turbinas de dos termoeléctricas. De acuerdo a la información que les dieron a los campesinos, el líquido se llevará de la Planta Tratadora de Aguas Residuales (PTAR) de Cuautla, que actualmente alimenta el caudal del río Cuautla y sirve para el riego de los sembradíos de los municipios de Cuautla, Ayala, Tlaltizapán y Tlaquiltenango, entre otros.

Aquí todo vuelve a Zapata. No hay manera de escapar del símil cien años después de su asesinato. En las dos orillas del río hay dos plantones de ejidatarios, exactamente en el cruce en el que falta introducir la tubería de concreto que, luego de más de dos años, yace entre la maleza. El plantón se denomina Campamento Zapatista en Defensa del Agua del Río Cuautla, y se instaló el 28 de agosto de 2016. “La gente decidió venir a cuidar, porque la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ya venía poniendo sus tubos. Se les paró para que no siguieran y hasta hoy no se han conectado, pero esa es su meta. Para cruzar el río les faltan como 100 metros de tubo, y para llegar a la Planta Tratadora de Aguas Residuales (PTAR) como 200 metros. Con eso terminarían esta etapa de las obras del PIM, pero no los dejamos”, dice Marcelo Flores Montesinos, presidente del comisariado ejidal de Ahuehueyo, Ayala.

“Estamos obligados a defender”, dice Marcelo, maestro rural de profesión y agricultor de nacimiento. “Nuestro pensamiento nos lleva a estar aquí cuidando, defendiendo, porque como ejidatarios que queremos nuestra parcelas, tenemos compromiso”.

Sobre el origen del agua que abastecerá a la termoeléctrica hay muchas versiones aparte de la oficial. La primera se refiere al río Cuautla, pues donde está la planta tratadora construyeron un cárcamo del que escurre agua, y se especula que de ahí se la llevarán. Otro planteamiento nace de la pregunta ¿de dónde tomaron el agua para el periodo de pruebas de tres meses? Se sabe que el agua fue vendida por un ejido para ese periodo y quedaron conectados los canales de riego, por lo que ya tienen conexiones con el acueducto. La tercera especulación que se maneja desde los pueblos es que dentro de la termoeléctrica hay seis pozos profundos; y la última es que llevarán agua directa de Tetela del Volcán, Hueyapan y toda la zona que obtiene agua directa del río.

Lo que es seguro, afirma la defensora Teresa Castellanos, es que trajeron su proyecto a Morelos porque hay agua para ellos y para las industrias que se instalen, “dejando de lado las necesidades de los pueblos”. La defensora del territorio explica que las dos termoeléctricas proyectadas necesitarán 50 millones de litros de agua al día.

El plantón de ejidatarios opositores se localiza en San Pedro Apatlaco, a 140 metros del río Cuautla. Una carpa de cada lado del río da cuenta de la vida en resistencia de los campesinos. Un par de sillones desvencijados, mesas, utensilios de comida, cobijas y sillas conforman el plantón que se organiza en turnos de guardias por ejido. En Ahuehueyo, por ejemplo, hay ocho grupos y cada uno tiene un capitán con un promedio de 22 personas a su cargo, de las cuales la mitad acude al plantón de día y la otra mitad en la noche.

El comisariado ejidal confirma que los 560 litros de agua por segundo que utilizarán para enfriar las turbinas de la termoeléctrica “representa la muerte lenta para los ejidatarios”, pues “merma significativamente la cantidad de agua que ocupamos para la siembra, la cual de por sí no es suficiente, por lo que si se la llegan a llevar provocarán un caos” en los campos agrícolas de los municipios de Cuautla, Ayala, Tlaltizapán y Tlaquiltenango, entre otros.

La CFE informó también que se les devolverá el agua a los ejidatarios pero, insiste Marcelino, “mediante un tubito de 20 centímetros y se han hecho estudios de que con la calidad de ese líquido se contaminan la tierra, lo que es grave para nosotros”. Oficialmente les informaron que el agua saldrá “más limpia de lo que entró”, pero los ejidatarios insisten en que queda inservible para el riego.

El río Cuautla nace en los manantiales Los Sabinos, La Mora y Agua Dulce, y su cauce es el mayor proveedor para los campesinos de la región. “Es nuestro tesoro, lo más valioso después de nuestras familias, y ahora nos lo quieren quitar para alimentar no sólo a la termoeléctrica sino también a las industrias que vendrán”. Jorge Zapata, nieto del general Emiliano Zapata, y activo opositor al PIM, señala que seis mil campesinos utilizan el agua de este río para el riego de las 19 mil hectáreas de cultivos que serán afectados.

Los campos de Ayala se preparan para la siembra. Desde las primeras horas del día los campesinos alistan la tierra para plantar caña, frijol, ejote, maíz, sorgo, milpa de temporal para grano y hortalizas. “En el campo uno y la vida se rige por el lucero. A las 4 de la mañana ya estamos rumbo a la milpa”, comenta Ignacio, otro de los ejidatarios. “Y toda esta vida es la que nos quieren arrebatar.

Los pueblos de Ayala, igual que los del volcán, se enteraron del acueducto cuando los trabajadores de la empresa ya estaban rascando la tierra. “Vimos llegar los grandes tubos y nos imaginamos lo peor”, recuerdan Marcelino e Ignacio. Los comités de cada ejido empezaron a informar a los demás y entre ellos intercambiaban información. “Y así nos decidimos a defendernos”, dice Marcelino, “aunque el rechazo no fue parejo”, porque “hay algunos que no sienten todavía el problema, pero cuando nos llegue a faltar el agua ellos van a ser los primeros en exigirla”.

La división entre los ejidatarios es clara. Hay grupos que apoyan el acueducto y descalifican el plantón. “A la larga”, dice Marcelino, “habrá una revolución entre nosotros porque todos vamos a querer agua y la escasez será mucho mayor”. Y para muestra guía a La Compuerta, donde los ejidatarios se reúnen para solicitar agua para su riego, y casi a golpes exigen lo que les toca. Esta tierra ya sufre de sed, dice, “y el acueducto puede terminar con la producción”.

El maestro Marcelino es parte de los 30 millones de mexicanos que en 2018 votaron por el actual presidente Andrés Manuel López Obrador porque, “honestamente, siempre tuve la esperanza de que iba a cambiar. Llegué a pensar que cuando él entrara este problema se iba a terminar, pero resulta que ha sido peor. Aquí estamos, aquí nos tienen, y no sabemos hasta cuándo. Si vienen a quitarnos será diferente, nosotros seguimos cuidando algo que nos pertenece pues tenemos el agua concesionada hasta el 2035”.

Las opiniones están divididas. Los que apoyan la gestión presidencial están a favor del acueducto y son los mismos que apoyaron a Peña Nieto en su momento. Están también los que lo apoyaron pensando que cumpliría su promesa de echar atrás el proyecto, y ante su incumplimiento ahora se declaran sus opositores. También está la gente como Marcelino, que votó por López Obrador y sigue pensando que “es un buen presidente”, pero que “hay algo que impide que él lleve a cabo sus pensamientos. Yo no sé qué será, porque hay cosas que no las sabemos… pero la esperanza se mantiene todavía porque creemos que nuestro presidente no recibió la información que debió recibir”.

En los casi tres años de plantón, se han dado confrontaciones con grupos de choque que actuaban bajo el amparo de Graco Ramírez. “Eran golpeadores de una empresa privada a quienes logramos controlar. Mediante ese grupo querían acabar con nosotros para poderse conectar, pero nos unimos y no llegaron”.

Marcelino piensa que “el actual presidente no tiene la intención de reprimir”, pero, advierte, “si no es así estamos decididos a esperar lo que sea… No vamos a poder contra el gobierno, pero estamos dispuestos a que vengan y nos quiten, y también estamos dispuestos a no quitarnos y a seguir defendiendo algo que nos corresponde por ley”.

Los nietos de Zapata

Las semidestruidas paredes de adobe dan cuenta del paso del tiempo en la casa natal del general Emiliano Zapata, convertida en museo. El 8 de agosto de 1879, Cleofas Salazar parió aquí a quien se convertiría en el símbolo de la lucha campesina en México. Ayala, donde na ció también el Ejército Libertador del Sur, vuelve a la batalla cien años después del asesinato del caudillo.

Los rincones de Morelos están llenos de estatuas de Zapata de pie, sentado y a caballo, mientras centenas de calles, colonias, escuelas y organizaciones llevan su nombre o frases alusivas como “Tierra y Libertad” y “Plan de Ayala”. Conmemoraciones no faltan. No hay gobi erno federal y local que no sucumba a la tentación de celebrarlo, aunque dé la espalda a los ideales de su lucha. Expresidentes íconos del neoliberalismo como Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo hicieron de Zapata su héroe favorito, y hasta a sus hijos les pusie ron su nombre. Fue Salinas quien desmontó las conquistas agrarias plasmadas en el artículo 27 Constitucional y Zedillo quien concretó el estrangulamiento del campo.

En las comunidades, en cambio, se le vive, piensa y celebra sin aspavientos. En casas de adobe como la del general, no faltan altares con su imagen e historias de abuelos y bisabuelos que pelearon junto a él. Los campesinos nahuas sacan del armario un sombrero o unas cartucheras originales del pariente que participó en la Revolución. O como don Florencio, que muestra un certificado que avala a su abuelo Tomás Aguilar Anzures como combatiente zapatista. Es en estas tierras donde se construyó un nuevo orden social al calor de una revolución traicionada.

Este reportaje se realiza exactamente cien años después de que Pablo González, el orquestador del asesinato de Zapata, declarara en estas tierras, seis días después de la traición del 10 de abril de 1919: “Emiliano Zapata tenía que caer por el ineludible imperio de la ley biológica que condena a los seres inferiores y deformes, y que hará siempre triunfar a la civilización sobre la barbarie, a la cultura sobre el salvajismo, a la humanidad sobre la bestialidad”. Cuando lo mataron, el ejército carrancista ya había arrasado con campos y poblados.

El 7 de abril de 2019 se llevó a cabo en estas tierras la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos, en la que se acordó evitar que opere la termoeléctrica de Huexca, el gasoducto y el acueducto. Uno de los oradores en el encuentro fue Jorge Zapata González, nieto del general, quien junto con otros familiares asistió en enero de este año al Palacio Nacional para anunciar las actividades del centenario del asesinato de su abuelo. En el acto, el presidente Andrés Manuel López Obrador posó para la foto y declaró el 2019 como el año del Caudillo del Sur. A partir de ese momento toda la papelería oficial lleva el nombre del general.

Sentado en una silla dentro de lo que queda de la casa de su abuelo, Jorge Zapata advierte que la termoeléctrica de Huexca “es un proyecto de muerte que a nivel mundial está prohibido, pero que desgraciadamente en México, por el dinero a cambio de permisos, se puede dar”.

Acompaña a Jorge Zapata en la entrevista su sobrino, un bisnieto del general que al igual que él luce amplio bigote zapatista, haciendo más evidente el incuestionable parecido. Dos sillas de bejuco de la época son la única escenografía dentro de las desvencijadas paredes de adobe. “Aquí, en la cuna de Zapata, el pueblo dijo no a la termoeléctrica porque sabe de las consecuencias nocivas de ese proyecto”, señala el nieto del caudillo.

Desde el inicio, relata, “hubo mentiras y sobornos a los líderes campesinos y comisariados, y nunca tomaron en cuenta a los verdaderos dueños del agua, que somos los campesinos de Ayala. Son 19 mil hectáreas de riego las que van a secarse si se llevan el agua. Somos 6 mil 340 usuarios que regamos con el agua del río Cuautla, tenemos nuestras concesiones, y ellos hasta el 2016 no tenían ningún permiso de la Comisión Nacional del Agua (Conagua)”.

Zapata explica que en sus concesiones “dice claramente que todos los afluentes del río Cuautla pertenecen a los campesinos y que la planta tratadora, que no es planta tratadora sino filtradora, pertenece al río Cuautla. Entonces, ¿cómo es posible que vengan a disponer de lo que no es de ellos?”, se pregunta.

Para los ejidatarios de Morelos, indica, la lucha no se termina con la “ilegítima consulta realizada en febrero en la que supuestamente se dijo que sí a la termoeléctrica”, pues los pueblos, asegura, continuarán manifestándose. “Sabemos las consecuencias nocivas, se las hemos mostrado en fotografías, inclusive aquí las traigo. Solamente ellos, que no viven aquí, piensan en los dizque beneficios, pero nosotros sabemos de las consecuencias porque hemos tomado como ejemplo la de Chihuahua y las de Veracruz, donde los mantos acuíferos de alrededor de diez o quince kilómetros se han secado”.

Zapata González cita a la Constitución para fundamentar que el agua que existe en la actualidad “es exclusivamente para el uso doméstico y la producción de alimentos”. Morelos, dice, no es un estado industrial, “como ellos quieren convertirlo”, sino agrícola. “Es una incongruencia del tamaño del mundo declarar el año 2019 como el año de Emiliano Zapata y quererlo conmemorar con el robo de su agua a sus ejidos, aquí, en su cuna. ¿De qué se trata? ¿Burla? ¿Otra vez? Hace 100 años Madero se burló de los ideales del general por buscar el beneficio de todos los campesinos. Hoy el presidente de México se vuelve a burlar de los ideales de Zapata con hechos reales, apoyando una termoeléctrica que nunca pedimos”.

A Zapata nieto se le ha identificado con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero él asegura que nunca ha ocupado cargos públicos “a pesar de los ofrecimientos”. Sigue siendo agricultor, uno de los que envían desde Ayala entre 30 y 35 camiones de carga de alimentos todos los días a la Central de Abastos, pero todo esto, dice, “se acabará si dejamos que funcione la termoeléctrica”.

El actual gobierno pone la inversión realizada como argumento para echar a andar el proyecto. Los datos que la CFE le ofreció a Zapata indican que del presupuesto de 250 mil millones contemplados se habían gastado 26 mil millones, “y López Obrador habla de 22 mil millones”, así es que “les quedan 224 mil millones para llevarse el proyecto a otro lado”.

El verdadero destinatario de este proyecto, dice el ejidatario, no es la población, pues en la actualidad hay muchas maneras de crear energía limpia, como los páneles solares, que funcionan muy bien en un estado como Morelos, que todo el año tiene sol. Pero “su interés no está en la gente, sino en las industrias”. Otro problema, añade, es que al gobierno “le interesa que llegue el gas a la termoeléctrica porque tienen distribuidos en todo el estado 26 permisos para explotación minera. Así es que lo que no nos haga la termoeléctrica nos lo hará la minería, lo que significa desaparecer a Morelos. ¿Así es como va a conmemorar el centenario luctuoso de nuestro general? No estamos de acuerdo”.

Hoy, dice, la llamada Cuarta Transformación “se puede convertir en el cuarto movimiento social a nivel nacional. Tenemos tres ejemplos: la Independencia, las Leyes de Reforma y la Revolución. ¿Qué nos falta? El gobierno no entiende, el pueblo no quiere riquezas, pero sí tiene derecho a una vida mejor de la que tenemos”.

La tierra, finaliza, “ya no es de quien la trabaja”, como quería su abuelo.